Algunos padres confunden su rol.  Eligen ser “amigos” de sus hijos e hijas en el papel parece bonito, pero es un autoengaño.  Los jóvenes no necesitan padres que hablen como ellos ni que se vistan como adolescentes, ni que parezcan simpáticos porque los acompañan a sus fiestas.  Los hijos necesitan padres, no adultos que se hacen los simpáticos.  Si quieres que tu hijo tenga diversión, llévalo al circo.  Pero no estás para divertir a tú hijo sino para guiarlo.

 

Cuando esto no se entiende, entonces, los hijos se confunden y terminan no teniendo los límites que precisan para crecer de manera armoniosa.

 

Cuando los hijos son adultos, entonces, es hora de que seamos amigos de ellos.  En esa etapa no estamos para guiar ni para orientar reglas, ya se fueron, partieron, formaron sus propios hogares.  Ahora, el trato es distinto y la relación tiene otro cariz.

 

Pero cuando los hijos son dependientes, los padres colocan reglas, establecen límites aplican disciplina y sirven de pared para que los hijos no avancen. 

 

Si actuamos de una manera correcta, entonces, nuestros hijos no se confundirán y sabrán que los padres son padres… y no son personas para divertirse.

 

Es lamentable que algunos padres intentando acercarse a sus hijos, vistan, hablen y se comporten como adolescentes.  Un padre o madre que sabe quién es y cuál es su función, no dejará de ser padre, y si cumple su tarea correctamente.